Aquella
mujer concentradamente miraba la televisión en su reducido cuarto, mientras las
imágenes se interponían una sobre otra con una velocidad imperceptible. Tendida
sobre la cama, las manos cruzadas sobre el abdomen y el corazón apretado lleno
de una ira incrustada. Su mente por otro lado, llena de situaciones supuestas
que le podrían estar ocurriendo a su hijo en ese preciso instante que todavía
no hacia su llegada al hogar. Anochecía en las afueras, el sol enviaba sus últimos
rayos de luz y teñía las montañas con tonos violáceos, el aire se purificaba y
se tornaba mas fino con una leve sensación de frescura polar que provocaba en
los transeúntes una extensa libertad pulmonar.
Mientras
tanto al otro extremo de la ciudad, los ojos verdosos de su hijo se movían y
expresaban decisión al hablar. Ante su chica se emocionaba diciéndole sus ideas
y experiencias, defendiendo sus ideales y mostrándose como un hombre bien cimentado.
Sus
manos se movían con cierta definición, su rostro se mostraba complaciente con
la conversación y, no era para menos. Tenía a la mujer que le trastornó la vida
en frente suyo, solo deseaba complacerla y sentir su aprobación en todo
sentido. Por otro lado ella, sentada recta sobre su silla, tenia las manos
apoyadas sobre su mentón y se detenía a escucharlo, adoraba sus bellos
razonamientos, sentía su corazón rebozando ante tanta complicidad y no se
cansaba de ver aquel rostro tan expresivo y tan suave a la vez. No era posible
que tanta ternura y protección estuviera insertada en un solo hombre
Se
encontraban sentados en un céntrico restaurante lleno de gente, mucho movimiento
alrededor, lo que creaba un ambiente mas festivo y cálido del cual no tenían intención
alguna de retirarse. Su conversación continuaba fluyendo, mientras el café y
los dulces poco a poco iban siendo consumidos. Intercambiaban sonrisas y la
tenue iluminación del local junto a la nube de sus humeantes cigarros en mano
les creaba un toque sensual en sus rostros, su exuberante juventud solo deseaba
ser vivida y devorada.
De
pronto una suave música comenzó a sonar y algo de detuvo en el aire, él la tomo
de su mano, ella lo siguió. Caminaron a través de un claro pasillo en dirección
hacia la calle, una vez afuera sus manos se entrelazaron y apuraron el paso, él
la miro con ojos decisivos y ella comprendió lo que quisieron decirle.
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