Mama te extraño, no puedo creer todos los golpes que he sufrido en mi humanidad... ayúdame a renacer, a expulsar del mejor modo la pena y desesperanza que también se mezcla con el cansancio y la locura...Tu estas bien, que gran legado nos dejaste y después de tanto sufrimiento que padeciste hoy estas en la luz, en la máxima expresión de paz.
Te quiero y siempre te querré ayúdame a vivir, entra a mi corazón vive en él, dame fuerza para seguir y para dar mas amor a los que me rodean.
Ayúdame para afrontar las batallas, devuélveme las ganas y fuerzas para correr...
Te lo ruego, así como siempre fuiste mi pilar, síguelo siendo por favor
Gracias Mamá
martes, 25 de diciembre de 2012
martes, 11 de diciembre de 2012
Anochecer
Aquella
mujer concentradamente miraba la televisión en su reducido cuarto, mientras las
imágenes se interponían una sobre otra con una velocidad imperceptible. Tendida
sobre la cama, las manos cruzadas sobre el abdomen y el corazón apretado lleno
de una ira incrustada. Su mente por otro lado, llena de situaciones supuestas
que le podrían estar ocurriendo a su hijo en ese preciso instante que todavía
no hacia su llegada al hogar. Anochecía en las afueras, el sol enviaba sus últimos
rayos de luz y teñía las montañas con tonos violáceos, el aire se purificaba y
se tornaba mas fino con una leve sensación de frescura polar que provocaba en
los transeúntes una extensa libertad pulmonar.
Mientras
tanto al otro extremo de la ciudad, los ojos verdosos de su hijo se movían y
expresaban decisión al hablar. Ante su chica se emocionaba diciéndole sus ideas
y experiencias, defendiendo sus ideales y mostrándose como un hombre bien cimentado.
Sus
manos se movían con cierta definición, su rostro se mostraba complaciente con
la conversación y, no era para menos. Tenía a la mujer que le trastornó la vida
en frente suyo, solo deseaba complacerla y sentir su aprobación en todo
sentido. Por otro lado ella, sentada recta sobre su silla, tenia las manos
apoyadas sobre su mentón y se detenía a escucharlo, adoraba sus bellos
razonamientos, sentía su corazón rebozando ante tanta complicidad y no se
cansaba de ver aquel rostro tan expresivo y tan suave a la vez. No era posible
que tanta ternura y protección estuviera insertada en un solo hombre
Se
encontraban sentados en un céntrico restaurante lleno de gente, mucho movimiento
alrededor, lo que creaba un ambiente mas festivo y cálido del cual no tenían intención
alguna de retirarse. Su conversación continuaba fluyendo, mientras el café y
los dulces poco a poco iban siendo consumidos. Intercambiaban sonrisas y la
tenue iluminación del local junto a la nube de sus humeantes cigarros en mano
les creaba un toque sensual en sus rostros, su exuberante juventud solo deseaba
ser vivida y devorada.
De
pronto una suave música comenzó a sonar y algo de detuvo en el aire, él la tomo
de su mano, ella lo siguió. Caminaron a través de un claro pasillo en dirección
hacia la calle, una vez afuera sus manos se entrelazaron y apuraron el paso, él
la miro con ojos decisivos y ella comprendió lo que quisieron decirle.
jueves, 6 de diciembre de 2012
Las Cuatro Estaciones
Cuatro
niños pequeños se asoman tras la ventana,
con
sus pequeños ojitos traslucidos y destellantes
largas
inquietantes pestañas, miradas inocentes.
Sus
corazones laten casi con un son inconsciente
hoy
no pueden correr al patio a su consolante juego
el frío y el viento están afuera jugando por ellos.
Tres candidos niños y una menuda doncella
con
sus dos morenas trenzas colgando
rasgados
ojos negros que se cubre con sus albas manos.
Los
chicos corren a través de los muebles
se
tropiezan con manteles y mesas
buscando
el certero escondite bajo camas y puertas.
La
tenue luz interior tintinea y en las afueras el recio invierno pega,
de
pronto la puerta principal se abre y aparece ella
era
la madre que venia cargada de bolsos y chaqueta empapada.
El
mayor de los chicos corre al percibir su llegada, era la adorada,
su
amada madre retornaba al hogar tras un largo día de labor,
el
cansancio la atestaba pero una sonrisa afloraba en sus labios para ellos.
Pronto
llegaron a abrazarla sus otros traviesos chiquillos, sus manos estaban frías
pero
sus hijos sonreían, le quitaban las bolsas de las manos para sacar golosinas
los
envoltorios de papel se juntaban en el suelo, el dulzor del día había llegado.
La helada
noche caía y la madre se sentaba por fin a beber su tacita de te,
su
hijo menor aspiraba su olor a crema mientras se agarraba a sus faldas,
añoraba
posar sus almendrados cabellos sobre el amoroso regazo de su mamita.
Mas
tarde el pequeño se rindió ante los sueños, su rostro mostraba paz angelical
la
madre lo condujo en sus brazos a la cama, sus otros hijos ya dormían,
un
suave aroma a inocencia se mecía en la habitación, era la paz plena.
Las
blancas sabanas cubrían las tibias almas de los infantes, eran sus cuatro
hijos,
cuatro
dulces frutos, cuatro estaciones, trébol de cuatro hojas y una cruz
su
mas grande bendición maternal, el amor mas eterno
las
flores mas bellas arrancadas al prematuro amanecer.
El valor de la infancia, dedicado a mi querida abuela y sus cuatro hijos.
Necesidad
Cuando
no escribo me siento
como
lapida blanca,
terreno baldío,
ausencia
de emoción
carencia
y olvido.
Si
no le doy potencia a la palabra,
se
torna en sucio polvo
que
se arranca con la amnesia,
se
vuelve impalpable y perenne
no
deja trazo ni materia.
La
palabra en mi es la vida
que
construye, crece y nace
desde
las hondas tierras humanas
hacia
las alturas de la memoria,
eterno entramado de recuerdos
con
la sonrisa o lagrima divergente
todo es al final un eterno cuento
fugaces matices de luces...
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