Vino
al mundo en una cuna de lana; ligera imperceptible a los brazos de su madre.
Los arboles desnudos la despidieron al emprender el viaje hasta su nuevo hogar cerca
de la costa donde un recio viento aún golpeaba. El invierno aún no hacia su
despedida.
Abría
sus ojos poco a poco, en su habitación contemplaba los móviles de colores que
le daban un placer indescriptible, una felicidad que aun no podía describir con
palabras pero si con sonrisas.
Fueron
pasando los días, los años y los colores de las estaciones. Así fue creciendo,
moldeando sus huesos y experiencias, todo lo percibía con una profundidad
marina, de esas que guarda sentimientos en lo más hondo, juntaba palabras, imágenes,
comportamientos humanos y así iba construyendo lo que a futuro determinaría su
mundo.
Siempre
iba colgada a las espaldas de su padre, el cual gozaba llevándola a cuestas en
los paseos o caminatas que hacían en los tiempos libres. Así ella contemplaba
desde las alturas su pequeño reino; los caminos le parecían más amplios y el
viento rozaba su rostro y desordenados cabellos con lucecitas doradas.
Un
día le llego una compañera a su vida. Anhelaba la presencia de otra persona mas
pequeña que ella a su lado, alguien con quien jugar, alguien con quien
compartir sus singulares experiencias de niña. Pero este sueño de princesa se
enlodo por varios años, ya que su anhelada hermana provino del mismo infierno
de los infantes; indomable, inquieta y peleadora, dueña de una personalidad
agobiante. Su plan se vio truncado, muchas veces se arrepintió de haber pedido
a viva voz una hermanita, se lamento de aquello muchas veces al ver sus muñecas
rotas o su cama desarmada luego de volver del colegio.
Una
tarde su padre la llevo por un territorio desconocido. En la lejanía divisaron
una casa y se dirigieron hacia ahí. Aquella
instancia la atesoraría por siempre en su vida, el momento que entro a ese sombrío
lugar, una sala color chocolate; al interior había un televisor antiguo y un sofá.
De
un momento a otro apareció una niña de cabellos oscuros y dulce rostro, la tomo
de su pequeña mano y se la llevo al fondo de una habitación contigua. Esa cálida
mano la guio al fondo del pasillo donde estaba otra niña algo más mayor y de
piel tostada que la recibió con un abrazo. Aquel amoroso acogimiento le quedo
grabado en su inconsciente como el comienzo de una historia sin fin, ya no
habría barrera futura que la separara de esas dos niñas, sus medias hermanas
que ella adoptaría como una hermandad completa...